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¿Quilates?

25 de marzo, 2025

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“Confusiones, aclaraciones y curiosidades”

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Quilate es un término usado asiduamente en el mundo de la joyería. ¿Pero a que se refiere realmente? Hemos oído hablar de joyas cuyo oro es de determinados quilates, aunque también lo hemos oído haciendo referencia a las piedras preciosas.

¿Qué pasa? ¿Nos estamos refiriendo a lo mismo?

No, no nos referimos a lo mismo. Por una parte, estamos hablando de una unidad de pureza del oro, es decir de una proporción y por otra parte se utiliza para referirse a la unidad de peso para las perlas y piedras preciosas.
Entonces, ¿por qué se llaman igual cosas diferentes?

Vamos a intentar aclararlo.

QUILATE MÉTRICO. UNIDAD DE PESO.

Se abrevia como “ct” proveniente de la grafía francesa “carat”. Un quilate equivale a la quinta parte de un gramo, es decir 200 miligramos. El peso de una gema cualquiera: diamantes, rubíes, esmeraldas… e incluso perlas se expresa utilizando el número de quilates y dos decimales.

Así pues, hablamos de peso. ¿Pero porque no utilizamos el sistema métrico decimal? ¿Podríamos hablar de gramos? Sí, hoy podríamos hablar de gramos, pero en la antigüedad no podían utilizar el sistema métrico decimal, ya que ese sistema fue implantado de forma internacional mucho después, en concreto, a finales del siglo XIX.

Nuestros antepasados necesitaban buscar un sistema de peso. Pero ¿cuál?

Para responder esta pregunta debemos imaginar un comerciante de la antigüedad. Nos situamos en el Mediterráneo Oriental. Comercia con materiales raros, escasos, caros, de muy pequeño peso y tamaño: gemas, perlas, metales preciosos.
Viaja constantemente para comprar y vender sus mercancías. Necesita una manera de poder calcular el precio de sus productos de una forma ágil y que esa unidad de peso sea aceptada por otros comerciantes y compradores. Tenían balanzas, pero necesitaban un patrón constante.

La solución la dio un árbol: el algarrobo mediterráneo (Ceratonia Siliqua).

Es un árbol que se encontraba en todo el ámbito comercial del que nos ocupamos. Sus frutos, una leguminosa, se solían utilizar para alimentar al ganado y también se utilizaba su leña.
Pero su peculiaridad radica en que su fruto contiene unas semillas que de forma regular presentan un peso y tamaño constante.


Así, esos pioneros comerciantes de piedras preciosas y perlas que viajaban por el mediterráneo en barcos o realizaban la ruta de la seda trayendo productos exóticos y valiosos, se las ingeniaron utilizando en sus básculas las semillas de algarrobo como contrapeso.

Una semilla de algarrobo pesa 0,2 gramos. Es decir, que 5 semillas son un gramo. Ello se ha corroborado en la actualidad de forma empírica con semillas de diferentes orígenes. Son una constante, pesan lo mismo a donde quiera que fueran y, además, eran fáciles de conseguir.

El término quilate proviene de la palabra griega kerátion, que significa cuernecillo, haciendo clara referencia a la forma curva de la algarroba. Al ser utilizada por los árabes esta unidad de masa, el nombre se transformó a quirat y de ahí el quilate castellano. No se sabe con certeza desde cuando se utilizó este patrón, pero está claro que les funcionó y continúa funcionando, ya que se ha perpetuado hasta nuestros días.
Se trata de una unidad de medida menor y más cómoda que el gramo.

En la actualidad se utilizan balanzas quilateras de precisión adaptadas a esa medida, donde las gemas se pesan en el interior de un cubículo de cristal cerrado, para que el aire en movimiento no altere el peso. Se deposita la gema en un lugar exacto con suma pulcritud y nuestra maravillosa pantalla digital ya nos muestra el peso exacto.


En el caso de gemas montadas en joyas, en la mayoría de las ocasiones no es posible poder extraerlas, desengastar la gema. En la labor de los tasadores de joyas ocurre está circunstancia, pero se debe saber el quilataje (es decir, su peso) para luego dar un valor a la gema, en especial, en el caso de los diamantes y otras gemas valiosas. Para ello, se utilizan herramientas de precisión para poder medir las dimensiones de las gemas y mediante unas tablas poder averiguar su peso.

También se dispone de galgas, que son piezas de metal caladas con las distintas tallas y en diferentes tamaños, que, situando sobre la gema y observándola con la lupa, podemos averiguar el quilataje aproximado. Se utilizan cuando por las características de la pieza no es posible tomar medidas más exactas.

Hallar el quilataje es el primer paso para la certificación de un diamante, ya que es la primera C de la regla de las cuatro C utilizada por gemólogos de todo el mundo: carat, clarity, color y cut, algo que tratamos con más detalle en otro de nuestros artículos.

QUILATE. PROPORCION DE LA PUREZA DEL ORO.

El oro, ese bello metal que desde la prehistoria fascino a los humanos. Se conoce desde hace unos 8000 años. El hombre de la edad de cobre ya lo utilizaba para su decoración personal y en las artes suntuarias.

Su nombre viene del latín “aurum” que significa algo así como “aurea resplandeciente” haciendo clara referencia a su brillo. Está claro que desde la antigüedad nos cautivó y pronto se asociaría a los cultos religiosos y al poder.

Es, junto a la plata y el platino, uno de los tres principales metales preciosos que se hallan en la Tierra, pero dicen que no se formó en la Tierra, que proviene de la creación del Universo, de la formación de nuevas estrellas, de la explosión de las supernovas.
Sorprendente. ¡¡¡ Un trozo de historia del Universo!!!!

Es brillante, dúctil, blando, pesado, maleable, presenta conductividad respecto al calor y a la electricidad, es resistente a la corrosión y a la oxidación. Su punto de fusión es de 1064 grados. Estas características le hacían óptimo para su uso en joyería, porque a pesar de ser relativamente escaso, su extracción es relativamente costosa comparada con otros metales, ya que se pueden encontrar en forma de pepitas o en aluviones.

Antes de que existieran las monedas, los metales preciosos se usaban como medio monetario en el próximo Oriente. En el año 550 a C. a Creso, rey de Lidia, se le atribuye la primera emisión de una moneda de oro con una pureza estandarizada. Siglos más tarde, en año 309 d C. el emperador Constantino I, acuño una moneda de 4,5 gramos de “oro puro” al que llamo “solidus”, el cual mantuvo su valor constante durante aproximadamente 500 años. Equivalía a 24 “siliquaes”. La “siliquae” era una moneda de plata cuyo peso era 0,19 gramos, es decir, que pesaba como una semilla de algarrobo (¡Otra vez! ¿Recuerdan el algarrobo?). De esta relación entre monedas viene la división tradicional del oro en 24K.

Las monedas evolucionaron ayudando a la prosperidad del comercio y se convirtieron en el más táctil y cuantificable símbolo de riqueza.
Gracias a la maleabilidad del oro, se podía picar y extender formando finas láminas, lo que permitiría amoldarlas a las formas deseadas para la obtención de joyas. Ello lo podemos ver en joyas del antiguo Egipto o en joyas precolombinas.

Sin embargo, por otra parte, la evolución de la joyería pedía más dureza en el material a trabajar para poder realizar piezas más complicadas y duraderas. Una aleación que permitiera poner otros ornamentos como esmalte, piedras preciosas y perlas.
El oro es perdurable debido a su resistencia a la alteración química, pero era necesario que fuera más duro, así las joyas también perdurarían en el tiempo sin deformarse.

Cuando hablamos del oro utilizamos el término quilate para hablar de su pureza, y se abreviará con la letra K. El oro puro decimos que es de 24 quilates, es decir, de 24 partes, las 24 son de oro. Se trata pues de una proporción.
Se usa un doble sistema, el de quilates y el de milésimas.

Si al máximo de pureza del oro le determinamos el valor 1000, el oro de 24 quilates tendría ese valor. Por tanto, es lo mismo hablar de 1000 milésimas de oro o 24 quilates de oro. Aunque no es del todo correcto, porque a la práctica un lingote de oro puro se le da el valor 999,99 milésimas, dando un pequeño margen para cualquier impureza.
Para conseguir dureza se hace una aleación, es decir se mezcla el oro con otros metales como la plata, el cobre, el níquel, el hierro o el paladio. Son aleaciones. La cantidad de cada componente es una proporción sobre 1000 o sobre 24 como hemos dicho.
Así tendremos oro de 18K en la aleación que contiene el 75 por ciento de oro y el resto de otros metales. Será oro de 750 milésimas.
El oro de 14K es la aleación de 58,5 partes de oro, es decir de 585 milésimas. Así aplicando una simple regla de tres podemos hacer la transformación de milésimas o quilates. Podrán saber más al respecto en nuestro artículo específico sobre la “Ley del oro”. 

Los otros metales que forman parte de la aleación dan lugar a distintas coloraciones del oro según su proporción.
Nos podremos encontrar un oro con un leve matiz: azul, gris, rojo, rosa, amarillo, verde.
En el caso del paladio nos da una coloración que ya no es amarilla, sino blanca.

Las coloraciones más usuales que podemos ver en los escaparates de las joyerías son el amarillo (el mayoritario), el blanco y el rojo. O bien, combinaciones de éstos en piezas bicolores o tricolores serán los más habituales.
Y, por ejemplo, el oro rosa utilizado en la totalidad de la pieza confiere un estilo muy actual.

Respecto a las monedas de oro, usualmente son de 21 o 22K. Aunque hay un grupo de monedas destinadas a inversión, denominadas bullion, que presentan ley de 24K.

En futuros artículos te ofreceremos más detalles tanto de los colores del oro como de las monedas bullion.

En la joyería moderna, según el ámbito geográfico, hay una predilección por un quilataje u otro.
Si vamos a una joyería de Barcelona, por ejemplo, y queremos comprar un solitario de compromiso, lo más usual es que sea de oro de 18K y que lleve engastado un diamante de “x” ct. Evidentemente la equis está en función de lo que queramos o podamos pagar.

Ese símbolo de amor, según dicen los científicos, es un trocito de la creación del Universo y, si hemos de creer en la publicidad, un fragmento de eternidad.

MONTE DE PIEDAD DE CAIXABANK